miércoles, 3 de abril de 2013

Un hacha para la luna de miel. Descenso a la locura

Mario Bava (uno de los defensores del subgénero Giallo) nos cuenta una historia sobre el descenso a lo más oscuro del subconsciente, bajo el punto de vista de un perturbado. El director vuelve a mostrar su buen gusto en la selección de reparto, haciendo hincapié en las piernas largas y en las miradas que podrían derretir un bloque de hielo. 


John Harrington es un psicótico y atractivo diseñador de trajes de novia que padece de insatisfacción crónica, y por si fuera poco, su mujer es una déspota acosadora que no lo deja respirar. Como resultado de sus múltiples traumas, tan particular diseñador encuentra una vía de escape en el asesinato brutal y fetichista de las modelos que trabajan en su firma, para acto seguido enterrarlas en su invernadero.

El film, narrado de forma psicodélica y con un ritmo lento, coge fuerza en el segundo y tercer acto, en donde pasa a ser una prometedora historia de fenómenos sobrenaturales. La anómala relación de Harrington con el sexo opuesto, su obsesión por travestirse y las voces dentro de su cabeza son un claro guiño a la inigualable Psicosis. 

¿Qué pensaría Freud de este tipo?
La excelente planificación y sobresaliente fotografía son los recursos que Bava sabe explotar para mantenernos obnubilados, mostrando su visión particular acerca del código de colores en el séptimo arte. La banda sonora a cargo de Sante María Rometille, aporta un perfecto sonido diegético que nos introduce en la mente del asesino.

En conclusión, Un hacha para la luna de miel es de esas películas que fascinan a coleccionistas y adeptos, pero que pueden acabar con la paciencia de aquellos que se estén iniciando. 



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